En marzo, como ya esta tradicional se realizó la semana de la Astronomía. Nuestro presidente, Mario Hamuy, viajó hasta Arica para dar varias charlas.
Esta conversación, sobre su paso por la Región de Arica y Parinacota, fue publicada en la web de la Universidad de Tarapacá.
Aunque se declara neófito en la literatura, en su último libro, «El universo en expansión», la lectura fluye desde las historias cotidianas cargadas de semántica, que nos conducen por sus páginas hasta que vemos el punto final. Es que Mario Hamuy, Premio Nacional de Ciencias Exactas en 2015 y doctor en Astronomía, ocupa recursos estilísticos y matices poéticos en sus textos, y por qué no decirlo, en sus entrevistas y en sus correos, que responde con generosidad.
Llegó al aeropuerto Chacalluta en Arica un domingo en la noche y desde el primer momento la conversación sobre ese gigante luminoso que está sobre nuestras cabezas no se detuvo, porque la intención de este científico es divulgar, dar a conocer lo que ha investigado y lo que ha tenido como privilegio observar desde los grandes ojos telescópicos.
Participó en la Semana de la Astronomía, actividad organizada por la Universidad de Tarapacá, a través del PAR Explora Arica y Parinacota, y el American Corner, en reuniones y charlas, donde el público estudiantil preguntó y aclaró sus inquietudes.
La primera vez que vino a Arica fue en febrero de 1973, cuando tenía 12 años, acompañado de su familia. Pasó antes por Vicuña, donde conoció el Cerro Tololo, que lo inspiró para su carrera posterior, y donde volvió convertido en profesional.
En su último viaje a esta ciudad de frontera, adquirió unos lentes de sol, que mantiene hace cinco años y son parte del equipaje. Le gusta el clima tropical y estar cerca del mar, pero mucho más la naturaleza estelar con cielos privilegiados del desierto de Atacama, que augura que Chile se transforme en el polo de la astronomía mundial.
En su apretada agenda tuvo tiempo para firmar libros, aclarar dudas a estudiantes y público general, posar para las fotos, selfies incluidas, y entregarse al tiempo requerido por los demás, porque la cercanía es lo suyo.
¿En qué momento de su vida se encuentra a nivel profesional y personal?
-Estuve por dos años y medio trabajando en CONICYT en políticas públicas, me correspondió liderar el proceso de elaboración del proyecto de ley que crea el Ministerio de la Ciencia y luego la discusión en el Congreso, que culminó de manera muy satisfactoria en mayo del 2018. Por otro lado tenía que presidir el Consejo de CONICYT. La suma de las dos cosas fue bastante intensa pero muy interesante y educativa para mí, por lo que me siento muy agradecido, porque me permitió pensar de manera más amplia desde mi punto de vista académico y otro con perspectiva país. Me reintegré a la Universidad de Chile, pero no ha sido fácil, porque al estar alejado de la academia por dos años y medio mi grupo de investigación se desarmó. Mi desafío es volver a formarlo y estoy en las primeras conversaciones.
Me siento una persona tremendamente afortunada porque he podido hacer cosas que me gustan, satisfacer mi curiosidad por el universo, utilizar los telescopios más avanzados en el mundo instalados en Chile, una muy buena educación, ir a perfeccionarme a Estados Unidos y volver a volcar todas esas capacidades para la ciencia. Me siento muy satisfecho porque he ido crecientemente dedicándole más tiempo a la divulgación científica, publiqué el segundo libro y me motiva lograr traspasar el conocimiento a los niños y niñas y, de paso, también generar emoción para que vean que a través de la ciencia pueden ampliar su mirada del mundo.
Respecto a su libro «El universo en expansión», ¿esas historias relatadas con atisbos poéticos son parte de la estrategia para seducir al lector?
-El primer libro que escribimos con José Maza se llama «Supernovas». Quedó bonito pero un poco técnico. En este nuevo libro mi primera intención fue traducir los conocimientos a un lenguaje más simple, me puse en los zapatos de un niño de 10 años y pensaba cómo recibiría el mensaje. Cada capítulo viene con una historia personal y un texto científico, traté de vincular las dos cosas, fue una propuesta que me surgió naturalmente. Me declaro bastante neófito en lo que es literatura y debo reconocer que he leído poco en mi vida y es una deuda que tengo conmigo mismo.
He recibido dos opiniones súper satisfactorias sobre el libro. Una persona me dijo que está escrito con un lenguaje sencillo pero que no es condescendiente; y otra me dijo que le recordó El Principito. Me parece que algo de poesía fluyó y fue un agrado escribirlo.
¿A quiénes les dedicó el libro?
Tata, Gonzalo y Muti son personas muy queridas de mi familia. Muti es mi madre. De Benito para adelante son mis mascotas y parte de mi familia.
¿Qué lo marcó en su primera cita con el cosmos?
-La llegada del hombre a la Luna en 1969 y, previo a eso, toda la carrera espacial por conquistar la Luna me motivó a pensar en el espacio y en alienígenas, soñaba con darle la mano a un extraterrestre, Pensaba: ¿tendrá límites el espacio? En el colegio mis compañeros sabían que yo andaba rayado con el tema. Mi viaje de Santiago a Arica fue el primer contacto visual con un observatorio y me llevó a ser parte de aquello.
De lo que ha investigado y observado respecto al cosmos, ¿qué es lo que más lo ha impresionado?
Muchas cosas. En 1987 pude observar una supernova con mis propios ojos, evento que no había ocurrido en cuatro siglos. En 1998 junto a un equipo de astrónomos del Tololo, Universidad de Chile, y de otros países, descubrimos que el universo no se frena, sino que se acelera debido a la energía oscura. Más recientemente el descubrimiento de exoplanetas y la detección de ondas gravitacionales que anticipó Einstein en 1916, y que por primera vez se confirman en el año 2016, justo un siglo después de su predicción.
¿Cómo llegó a descubrir la aceleración del universo y la energía oscura?
-En 1989 iniciamos el proyecto Calan-Tololo. Astrónomos de la Universidad de Chile y del Cerro Tololo nos dedicamos a patrullar el cielo para descubrir supernovas, que son estrellas que explotan, descubrimos poco más de 30 y las estudiamos con lujo de detalles con los nuevos detectores digitales recién llegados a los observatorios. En solo cuatro años logramos calibrar las luminosidades de estos objetos y utilizarlos como reglas de medir.
Junto con calibrar el método, medimos el ritmo con que el universo se está expandiendo en la actualidad. Luego en 1994, el astrónomo norteamericano-australiano Brian Schmidt organizó el proyecto Calan-Tololo 2.0 mediante el cual descubrió supernovas más lejanas, aplicando la técnica nuestra y midió el ritmo de expansión del universo en el pasado. Al comparar ambas mediciones, esperábamos deducir cuánto se había frenado el universo. La sorpresa fue que en vez de frenarse, las supernovas demostraron que el universo se expande más rápido. El mecanismo que genera la expansión se llama energía oscura.
La expansión del universo es infinita?
Tú y yo podemos creernos la muerte porque estamos aquí en la Vía Láctea y creemos que todo se aleja de nosotros, que estamos en el centro del universo, pero la verdad es que si te vas a la galaxia Andrómeda vas a ver que también ahí los andromeditas van a creer que son el centro del universo, porque la expansión es universal. Todo se expande de todo y esto ocurre a una velocidad creciente es lo que se llama la aceleración de la expansión del universo. Todo indica que la expansión continuará por siempre.
Alguna vez usted se ha sentido el centro del universo?
-Ni siquiera en mi casa, no.
¿Qué le ocurrió cuando le pusieron su nombre a un asteroide?
-Cuando publicamos el libro con José Maza, llegó a manos de un astrónomo español, Rafael Ferrando, quien se dedicaba con su propio telescopio y observatorio a buscar asteroides. Descubrió cerca de 500, a los que decidió bautizar con nombres de personajes y amigos favoritos. Cuando leyó el libro «Supernovas» quedó encantado y decidió nombrar un asteroide con el apellido de José y otro con el mío.
Es un tremendo honor que un cuerpo celeste lleve tu apellido. El asteroide es bien comportado, se demora tres años en dar una vuelta alrededor del sol, no se va a entrometer en la órbita terrestre y, por tanto, no es un peligro para la vida en la tierra. Tiene cerca de tres kilómetros de diámetro y algunos amigos me han pedido que se los preste para ir de vacaciones.
¿Cuánto tiempo de su existencia ha dedicado a la investigación?
-La investigación partió a mis 23 años cuando era estudiante de magíster y partí al Cerro Tololo acompañado del profesor Hugo Moreno, quien me enseñó a observar. Fui por muchos años a tomar datos para mi tesis, después lo hice como asistente de investigación de José Maza. Tuve la gran fortuna que a mis 26 años me contrataran para trabajar en la planta científica del Tololo y mis sueños de los 12 años, cuando por primera vez vi las cúpulas blancas del cerro Tololo desde Vicuña se hacía realidad. De ahí no he parado de hacer investigación, excepto cuando ingresé a CONICYT el año 2016 y tuve un paréntesis de dos años y medio de la investigación.
¿Qué porcentaje de su tiempo está dedicado a la astronomía, a leer, escribir, cocinar?
-Toda mi energía durante el día la vuelco a la astronomía, escribiendo libros, leyendo, dando charlas y claro hay momentos en que hay que parar, descansar y hacer vida familiar.
Lo que más hago son huevos revueltos, pero parece que me quedan buenos, no he progresado más allá. Voy al cine, comparto con la familia, no tengo hijos pero tengo a mi madre, a mi pareja, y quiero muchísimo a mis mascotas que son maravillosos hijos.
¿Qué nos falta para que la ciudadanía se interese en la ciencia?
-Falta emocionar a la gente, que se sienta asombrada con los descubrimientos de la ciencia, ya sea la investigación del universo, del mundo microscópico, del mar, de los volcanes y de nuestra historia. Si la ciencia queda encapsulada en las cuatro paredes de la universidad nunca vas a lograr emocionar y asombrar a la gente y que luego la ciudadanía demande ciencia.
Ha habido muchos avances en este ámbito. Las personas necesitan llenar y dar sentido de sentido contenido a sus vidas y por tanto hay una gran oportunidad desde la ciencia para satisfacer para satisfacer aquello, que es para el alma, para sentir cada vez más pertenencia a la naturaleza y al entorno.
¿Qué conexión tiene con los eclipses?
-Yo nunca he estado en un eclipse total de sol. Ahora va a ser mi oportunidad. Estoy muy emocionado porque he estado leyendo y he aprendido que ha habido 17 eclipses totales desde la Independencia de Chile, de los cuales cuatro han ocurrido en la región de Arica y Parinacota.
En los próximos días voy a recorrer la Ruta 5 Norte, desde Vallenar hasta La Higuera, que es la zona de totalidad y voy a ir registrando distintos lugares que sean aptos para la observación. Se requiere que cada lugar reúna ciertas condiciones, por ejemplo, que sean zonas alejadas de la costa para evitar la vaguada costera, estar lo más cerca del eje central del eclipse que dura dos minutos y medio, y tener una vista despejada hacia el norponiente. El eclipse va a ocurrir a las 16:40 horas del dos de julio, el sol estará bajo en el cielo y por lo tanto necesitas asegurarte que no haya un cerro obstaculizándote la visión del fenómeno.
Dentro del paradigma en el que usted habita, ¿cómo percibe al ser humano de hoy?
-El ser humano se ha ido alejando del cielo, nuestros antepasados estaban muy conectados porque en el cielo estaba el reloj, el movimiento diurno del sol que nos decía la hora del día; de ahí nacen los relojes solares. Estaba el movimiento del sol en las constelaciones durante el año, lo cual nos dice cuáles son las estaciones y, por lo tanto, cuáles son las épocas apropiadas para la siembra y cosecha. El ser humano observaba la luna y se dio cuenta que sus fases están relacionadas con las mareas, lo cual es importante para la pesca; la navegación por los mares se guiaba por las estrellas. Ese ser humano muy cercano a sus raíces cósmicas se alejó del cielo y está mirando cabizbajo el piso, a un aparato electrónico y eso nos puede hacer perder nuestro contexto, o sea que somos hijos de las estrellas, hechos de material cósmico y que sin un entorno, una circunstancia más amplia no existiríamos. Tenemos que cuidar la naturaleza, nuestro hábitat, porque sin eso no tenemos posibilidades de sobrevivir. Pensar que vamos a conquistar otros planetas a corto plazo es una utopía y podría ser una trampa mortal si descuidamos nuestro hábitat.
Mario Hamuy se despidió de Arica y del numeroso público que lo sigue, para volver a su rutina. Se levanta a las 10 de la mañana, porque disfruta su vida sin tiempos rígidos, dejando espacio para jugar tenis los fines de semana, conversar con su familia y regalonear con los gatos, los que tienen hasta dedicatoria en el último libro, donde los atisbos poéticos del científico son el último hallazgo que él mismo declara.