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Ciencia inspirada por curiosidad versus investigación orientada

Columna del Presidente de la Fundación Chilena de Astronomía, Mario Hamuy publicada en Qué Pasa, el 05 de diciembre de 2018. También se puede encontrar directamente en el medio aquí.


La conquista de Marte ha sido uno de los grandes objetivos espaciales y tecnológicos de las últimas décadas, principalmente por parte de las grandes potencias, mientras otros países han estado abocados a la investigación orientada a resolver las necesidades más inmediatas de sus habitantes. El dilema de investigar inspirados por la curiosidad o aquella orientada por prioridades prácticas es una disyuntiva que enfrenta hasta hoy a todos los países, incluido Chile, y sobre lo cual es fundamental tomar ciertas decisiones estratégicas.

Las primeras misiones al planeta rojo se remontan a comienzos de los años 60, en plena Guerra Fría entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, cuando ambas potencias buscaban demostrar su liderazgo tecnológico y cultural. Hasta la fecha son más de 50 misiones a Marte -algunas de las cuales suman a nuevas potencias como Europa, Japón, India y China – la mitad han fracasado, lo cual habla por sí solo sobre la dificultad tecnológica de lograr el anhelado objetivo.

El pasado 26 de noviembre fuimos testigos de una nueva misión que se agrega a la lista de éxitos de la Nasa, cuando InSight logró “amartizar”, es decir, posarse sobre la superficie marciana. Luego de más de seis meses de viaje por el espacio a una velocidad de crucero cercana a 100.000 kilómetros por hora (100 veces más rápido que un avión comercial), nada de fácil resultó la maniobra para frenar la sonda a su llegada al planeta. Primero se requirió de un escudo para protegerla del calor generado por la fricción con la atmósfera. Luego un paracaídas, el que, debido a la delgada atmósfera marciana, sólo pudo frenar parcialmente la sonda de media tonelada. Doce cohetes de retroceso debieron entrar en acción para desacelerar la nave.

Tecnología futurista

Todo este delicado proceso había sido programado con antelación, puesto que durante los breves seis minutos de esta delicada operación “piquero” no era posible intervenir desde la Tierra, debido a que cualquier instrucción desde el centro de control toma cerca de ocho minutos en llegar a destino. No se trata de una limitación tecnológica, sino que es el límite que nos impone la física: ninguna señal puede exceder la velocidad de la luz. Había que cruzar los dedos para que todo saliera bien. Esto explica la ansiedad de los controladores y la explosión de alegría cuando InSight reportó que se encontraba sobre la planicie marciana.

Se trata de un robot fijo, el que haciendo honor a su nombre, obtendrá un “insight”, es decir una mirada al interior del planeta rojo. Coloquialmente podemos decir que InSight le tomará los signos vitales a Marte, mediante instrumentos que permitirán medir su temperatura interior y sus movimientos internos.

InSight constituye otro éxito tecnológico que nos permitirá ir configurando un entendimiento más completo sobre Marte e ir allanando la posibilidad de llevar misiones tripuladas. Pero aún falta un largo trecho. No se trata solo de lograr transportar en buenas condiciones -en un viaje de seis meses- a los futuros “colonautas”. Marte está 1,5 veces más lejano del Sol que nuestro planeta, por lo que es un mundo frío con temperaturas bajo cero, aún en sus zonas más cálidas. No tiene agua líquida en la superficie. Su “aire” tiene diez mil veces menos oxígeno que la que hay en la atmósfera terrestre. Tampoco cuenta con blindaje magnético para los rayos cósmicos.

Sin duda que hay buenas razones para alegrarse con estos éxitos. Estamos presenciando como los países más avanzados ponen lo mejor de su talento para empujar las fronteras tecnológicas y avanzar en el conocimiento sobre Marte. Al mismo tiempo, este ansiado logro se ve inmerso en la dicotomía científica de explorar el espacio y al mismo tiempo hacerse cargo de temas humanitarios básicos, ambos necesarios pero que no cuentan con los mismos recursos ni la espectacularidad que garantiza cobertura en medios de comunicación.

Sin ir tan lejos como a Marte, la semana pasada asistí a la reunión general de la academia mundial de ciencias (TWAS) en la ciudad de Trieste en el norte de Italia. Obedeciendo a la misión de TWAS de apoyar el avance de la ciencia en los países en vías de desarrollo, buena parte de los participantes venían de países africanos y las presentaciones abordaron epidemias como la malaria, VIH, y diarreas que afectan y causan la muerte a millones de personas en dicho continente cada año, en parte debido a la carencia de un insumo tan básico como es el agua potable. Evidentemente, en Trieste, la misión InSight a Marte no fue tema, puesto que el continente africano tiene otras prioridades y no puede focalizar recursos en la competencia para la conquista espacial.

El ejemplo Marte-África muestra el habitual dilema que tienen los países entre realizar ciencia inspirada por curiosidad o investigación orientada a los desafíos y necesidades de desarrollo de cada país. Cada región del mundo debe buscar estratégicamente cómo invertir sus recursos en ciencia y tecnología, de acuerdo a sus propias realidades. Nuestro país no es la excepción. Hoy en Chile nos deslumbramos con Marte como la tierra prometida, a pesar que estamos muy lejos de los países de le élite que pueden competir por su conquista, y seguimos postergando  la discusión sobre cómo priorizar nuestros recursos. Es por ello que urge poner en marcha el Ministerio de la Ciencia con el fin de definir un adecuado equilibrio entre la investigación por curiosidad y la investigación orientada a los desafíos y necesidades de desarrollo del país, y de esa forma, si bien no entraremos en la carrera por llegar a Marte, sí podremos dar grandes zancadas hacia el desarrollo, que es lo que los ciudadanos esperan.